Si tomamos en cuenta los efectos indirectos del turismo, este sector da empleo a cerca de 220 millones de personas, además de tener impactos tanto negativos como positivos sobre el ambiente y las comunidades receptoras de visitantes.

 

Debemos considerar también las estrechas e intensas relaciones que se dan entre el turismo y las migraciones.

 

Una de las características de la especie humana es su gran movilidad, de tal manera que el desarrollo de la humanidad no hubiera podido hacerse sin la migración y el mestizaje.

 

Desde sus orígenes, el hombre se desplazó de un lugar a otro, y sus desplazamientos le

permitieron evolucionar adaptándose al medio donde le tocaba vivir. La movilidad geográfica tiene un significado social y no puede ser separada del ámbito del trabajo ni de la vida cotidiana, si bien hay que admitir que responde a motivaciones diferentes en esos ámbitos.

 

Sea cual fuere su magnitud, la migración significa, al menos, dos fracturas: su carácter irreversible o de larga duración (más de un año, según la definición estadística de las Naciones Unidas), y la modificación del espacio de vida habitual del emigrante.

 

El turismo no implica esas rupturas, salvo en la imaginación del propio turista. Hoy, sin embargo, debido al desarrollo de los vuelos de bajo costo (favorecido por el crecimiento del turismo), las prácticas de movilidad geográfica han evolucionado mucho, de tal modo que la ruptura con el país de origen no es tan radical para el emigrante como lo era antes.

 

No es sólo en el momento de las vacaciones cuando el emigrante regresa a su país. Si el emigrante tiene medios y, sobre todo, si el país de origen tiene una industria turística floreciente que permite la existencia de compañías aéreas de bajo costo.

 

La inmensa mayoría de estudios muestra que los destinos turísticos suelen poblarse sobre todo de inmigrantes atraídos por la nueva economía.

 

 

Debido a la prolongación de la esperanza de vida, los jubilados procedentes de los

países desarrollados y con elevado poder adquisitivo deciden emigrar a determinados

lugares turísticos.

 

Con la apertura de las fronteras y el fortalecimiento de los lazos de vecindad en el

marco de las nuevas políticas migratorias, estos fenómenos se reforzarán.

¿Cómo adaptarnos? ¿Cómo diseñar servicios y atención especializada, del equipamiento e infraestructuras o de los transportes públicos, para las poblaciones de mayores?

 

Posiblemente, los jubilados se integrarán en la región de acogida, pero difícilmente serán asimilados. ¿Qué harán las futuras generaciones de sus hijos y

nietos? ¿Formarán comunidades propias sin lazos culturales ni sociales con las sociedades de acogida?

La idea del poli o multiculturalismo en los lugares turísticos todavía no se plantea en las políticas de animación cultural y de ocio en los destinos turísticos.

 

La globalización ha entrado en una nueva fase bajo el empuje de poderosos factores: una aceleración tecnológica fulgurante, la libre circulación de los bienes y del capital, y una firme apuesta por la libre movilidad de las personas, aunque esta movilidad no encuentra aún consenso en el ámbito de las políticas y las opiniones públicas.

El cambio es radical: ya no basta con moverse una sola vez, sino estar moviéndose todo el tiempo; se necesita “crear constantemente, reformar las reformas, para correr cada vez más deprisa”. La movilidad de la humanidad se vuelve permanente.